INTEGRACIÓN E INSERCIÓN DE BRASIL EN AMÉRICA LATINA1

 

Nilson Alves de Moraes*

 

Integración e inserción de Brasil en América Latina se constituyen en objeto científico y también en un complejo desafío político, social e institucional que se presenta para los países y poblaciones de América Latina a partir de la segunda mitad de los años 80’.

El uso de las palabras expresan voces y sentidos que muchas veces no pretenden/logran ser reconocidas y ni explicitadas ante los demás actores, estrategias y proyectos sociales; integración e inserción son dos palabras que permiten diferentes usos y sentidos y en el caso latinoamericano estas palabras son, a lo largo de cuatro siglos de historia, portadoras de diversos intereses y sentidos, por veces contradictorios.

Integración e inserción son desafíos sociopolíticos complejos e tensos de naturaleza y origen histórico, por lo tanto sometidos a condiciones tiempo-espaciales y las especificidades a cada Estado y sociedad, y que exigen cuidados conceptuales y rigor analítico, pesar que las condiciones o lo que constituyan tales procesos no sean de conocimiento general o producto de consenso. Sus contenidos asumen facciones coyunturales y no surgen o son utilizadas al azar. Ellas expresan una estrategia, que envuelve diversas alianzas sociales, que se constituye desde los años 50’ a través de organismos y agencias internacionales, acciones gubernamentales y alineados institucionales e intelectuales que ponen en jeque algunos de los patrones relacionales de desarrollo de las sociedades occidentales capitalistas. A la vez, integración e inserción son dos palabras que permiten sentidos diversos y usos diferentes, por veces disconformes.

La integración o la inserción, como política de gobiernos es una posibilidad que deberá confrontarse con resistencias y proyectos alternativos. La integración y la inserción sólo se consolidan cuando hábitos, mentalidades, comportamientos, creencias, costumbres, valores y actitudes pueden ser compartidas o comprendidas como ‘identificatorios’ y no expresan antagonismos o conflictos.

Lo debate intelectual y proceso social son opciones políticas, de implicaciones estrategias promovidas de forma impositiva por las fuerzas económicas y políticas predominantes en el occidente capitalista y que para tal desconsideran la Historia, los intereses, las identidades, las prioridades nacionales y locales. Expresan dos tipos de discursos: los que predomina la euforia, y para otros predomina o ceticismo.

Un elemento nuevo en el escenario es la recusa de la sociedad en asumir una posición de asistente del proceso, ella pretende intervenir y recusa el énfasis dado en la visión economicista que algunos tratan de implementar. Grupos e instituciones de la sociedad civil buscan envolverse con los debates formulando y influidos en rumbos y políticas implementadas o en formulación.

La tradición y la continuidad de las políticas externas del continente fueron modificadas por el escenario interno y externo que modificaron intensamente los discursos y las prácticas políticas en el continente. Los anos 80’ enmarcaron de diferentes maneras y con diferentes énfasis a América Latina. Se ha anunciado, repetidas veces, en diversos discursos y análisis que la democracia se ha impuesto en el continente, pero es posible constatar que, a la vez, se ha acelerado el violento proceso de concentración de rentas y de poder, con diversas y graves efectos sociales y culturales.

La violencia y la velocidad de los cambios histórico-sociales en América Latina influyeron decisivamente las formas de análisis del fenómeno. Estos cambios fueron sorprendentes y los científicos estaban discapacitados para comprenderlas, además del desafío social estos hechos provocaban el análisis. En general, los científicos latinoamericanos, después de una fase de perplejidad, se enredaron o se contaminaron ante el nuevo y contradictorio escenario. La intensidad y velocidad de los cambios generaron un nuevo hecho: los científicos viven los cambios en su tiempo, son co-autores de un nuevo enredo de una vieja historia; la historia del capitalismo.

La América Latina ha sido una preocupación articulada a la democracia, al trabajo asalariado, a la expansión capitalista en la región. La literatura y las artes, y sus diferentes lenguajes, no olvidaron el tema, y lo afrontaron enfatizando la dimensión trágica de estos pueblos; la generosidad, la grandiosidad y la diversidad de los pueblos y de la naturaleza siempre representada como grandiosa y generosa; una región en la que el inusitado encanta y produce una realidad mágica y fantástica. Las representaciones y narrativas sobre el continente y su población están cargadas por lo imaginario y por el deseo: en esta región los discursos y representaciones utópicas se confunden con las realidades.

Los temas “relaciones internacionales” e “integración latinoamericana” se caracterizan por la discontinuidad, por la inexistencia de una mirada o una dirección única y por la fragmentación de abordaje.

Brasil - América Latina – Globalización: Los grandes temas y artículos invocaban una idea de acciones conjuntas. La integración regional se contraponía a la de desarrollo aislado; el universalismo se enfrontaba con las corrientes regionalistas; y, por fim, la solución que cuestionaba el “destino inevitable” provocado por el pos-guerra estimulaba el debate entre los defensores del multilateralismo contra las corrientes que se colocaba face a los grupos bilaterales.

En los años 80’, la Historia no reservó tan sólo la derrota de las dictaduras y de las formas tradicionales de dominación en la región; la Historia nos ha presentado otras sorpresas que escapaban a la mirada atenta de los científicos sociales e historiadores preocupados en comprender la lógica que articulaba países, sociedades e instituiciones, todos los modelos de conocimientos viven – hace más de una década – la perplejidad ante la avalancha de cambios que envuelven todos los sectores, países e instituiciones. Las teorías no abarcaron los desafíos y los militantes se perdieron en sus discursos y estrategias de acción. Las relaciones y discursos fueron dotados de nuevos significados, las paradojas desafiaron el cotidiano.

Mundialización, planetarización, globalización son conceptos que buscan explicar el proceso social actual en el que el neoliberalismo y las nuevas tecnologías informacionales en el proceso productivo y comunicacional sirven de base y modelo de desarrollo.

Marca ideológica de las tres últimas décadas, es el empeño en afirmar o demostrar, según algunos parámetros parciales y arbitrarios, que el estado-nación está condenado al desaparecimiento. Esta é una forma de discutir, de otra forma, el problema de la organización del poder en escala mundial. En diversos pronunciamientos se verifica que los organismos y agencias internacionales como la ONU, el GATT, y el FMI (como verdadera paradoja, todas estas agencias e instituciones que la inserción es por la vía Estado) son presentados como expresión –legítima y legal- de un nuevo modo de poder y de control social en escala planetaria.

El universal como dirección o consenso ideológico, no se hace sin el apoyo de complejas tecnologías, que desconsideran fronteras y tiempos, formando distintas e intrincadas redes relacionales que, por su naturaleza, no están contenidas por las fuerzas estado céntricas.

Estudiosos demuestran que el discurso integracionista de valorización de la inserción de Brasil en América Latina y el propio latinoamericanismo es un conjunto de narrativas y esfuerzos intelectuales, políticos y de relación en gran medida disciplinados por las potencias, y que el modelo bipolar predominante en el pensamiento, acciones políticas y de relaciones internacionales hasta los años 90 se consolida. Según Resende, “una nueva cartografía, con la intensificación de la mezcla de lugares, con nuevas confluencias”, lo que se nos figura, las ciencias Humanas y Ciencias Sociales no han desarrollado elementos teóricos y metodológicos capacitados para comprenderlos.

Pensar América Latina se exige una perspectiva de análisis de larga duración. La constatación que la colonización ha ocurrido de forma diferenciada obedeciendo a intereses y condiciones muy dispareja no impide que se afirme que el proceso de colonización logró un grado mínimo de cohesión en el interior de las diversas regiones sometidas a tal proceso, y, esta cohesión, moldeó la ocupación, fijación y rasgos fundamentales que fueron compartidos por las poblaciones y estructuras institucionales de poder en los planos locales, regionales y nacionales. No por nada, se ha denominado a este proceso de Nuevo Mundo, aunque por paradoja, y se asentó en una dinámica de incorporación periférica constitutiva de la formación del capitalismo.

Constatamos que a lo largo del siglo XX los análisis y la bibliografía reunida serán impregnadas de creciente vigor teórico-metodológico, pero aún presentan grande dispersión y fragmentación temática y débil preocupación metodológica. Esta constatación demuestra la poca importancia atribuida al tema y su pequeña tradición académica. Se puede considerar que la política externa brasileña no sea objeto de preocupación estratégica, porque no se la cuestiona en su esencia, en sus líneas maestras. Pero, según las circunstancias e intereses, se la considera motivo de análisis y críticas, por sucesos específicos.

La literatura y las artes, en sus diferentes lenguajes, no olvidaron el tema, y lo retaron dando énfasis a la dimensión trágica de estos pueblos; la generosidad, la magnitud y la diversidad de los pueblos y de la naturaleza siempre representada como grandiosa y generosa; una región en la que lo inusitado encanta y producen una realidad mágica y fantástica. Las representaciones y narrativas sobre el continente y su población están cargadas por el imaginario y por el deseo: en esta región donde las utopías se confunden con proyectos políticos y sociales que pretenden intervenir y cambiar la realidad.

Al lado de CEPAL, diversos intelectuales reunidos en el Instituto Superior de Estudios Brasileños, el ISEB, de orientación nacionalista y de fuerte influencia de las teorías marxistas, en el fin de los años 50, empiezan a desarrollar estudios sobre la posibilidad de un desarrollo nacional autónomo. Los intelectuales del ISEB, fueron en su momento, responsables de un esfuerzo de respuesta a los dilemas de las relaciones internacionales brasileñas, momento este de fuerte desenvolvimentismo y grande capacidad de organización de trabajadores urbanos.

Al par del pensamiento y de la producción intelectual individual, crece en importancia la producción y la actividad intelectual que se desarrolla a través de las instituciones estatales y privadas. Estos nuevos actores políticos e institucionales se articulan con diversas organizaciones sociales y publican sus análisis e idearios en diferentes vehículos comunicacionales. En estos nuevos espacios institucionales los testimonios personales, archivos personales y documentos de gestión o de formulación de acciones son reunidos, analizados y publicados.

A finales del siglo XX se presentó una vigorosa conquista social, el papel desempeñado tanto por la opinión pública como por las ONGs en las demandas de la sociedad, influenciando en las acciones y decisiones gubernamentales y de los intereses privados. Población, gobierno, Estado y nación establecen correlaciones distintas, tanto en el plano interno como en las políticas externas.

Las rupturas históricas y sociales ocurridas en las relaciones internacionales a mediados de la segunda mitad del siglo XX, son profundas, y hacen con que los conceptos y vocabularios disponibles sean inadecuados para analizar y nombrar los procesos en curso. Progresivamente se observa que las formas de producción y explotación de riquezas, no están sometidas al control de ningún gobierno, nación o regla estable provocando una “desterritorialización” (globalización) de la riqueza y de los poderes. El proceso de globalización realiza en los países la profundización de la internacionalización.

Los países de América Latina están incorporados, de forma diferenciada, en este proceso de vigorosa modernización y expansión capitalista. Estos países están condenados a tejer nuevos escenarios y relaciones, ven sus territorios y autonomía disminuidos (por la intensidad y uso de tecnologías informacionales) y sus identidades amenazadas. Estudios antropológicos demuestran que estos procesos no son una vía única, generan luchas, resistencias y negociaciones que permiten la producción de nuevas situaciones.

En América Latina, espacio histórico y social de diferentes conflictos, en que las matrices indígenas, europeas y africanas han producido diversos modos de ser, de convivir, identidades locales y nacionales, la convivencia con las formas alternativas de resistencia producen, incorporan y reelaboran – de modo antropofágico - los elementos hegemónicos a los locales y regionales. Se va constituyendo un nuevo mestizaje y con ello nuevos patrones societarios y humanos.

Se constata que existe un nexo que concierta y relaciona los cambios verificados en la sociedad, en el Estado, en las políticas externas y en las relaciones entre ellos. Los análisis enfatizan que el estadocentrismo que predominaba los pronunciamientos y las decisiones fueron superadas, de otro lado se acepta que diferentes actores intervengan en el proceso con capacidad para influenciar en las tomas de decisiones. Estos actores y los proyectos que ellos representan se originan en la creciente diversidad y complejidad que alcanza la sociedad moderna.

 

2 - LA PRODUCCIÓN DE LA INTEGRACIÓN SUBORDINADA:

CULTURA, SOCIEDAD E INSTITUCIONES CULTURALES EN AMÉRICA LATINA

 

Integrar, como estrategia de desarrollo y articulación al modelo occidental de inserción de las naciones a la lógica mundial articulada por el comercio, fue la principal estrategia discursiva de política externa adoptada por EE.UU. para América Latina en la pos-guerra. En pocos años el discurso que afirmaba ser posible el rápido y generalizado crecimiento económico, tecnológico y financiero asociado a la conquista de la democratización social, política e institucional azotó el continente multiplicando los que se identificaban con él y produjo diferentes interpretaciones sobre esa posibilidad y sobre las formas de conseguirlo. Así, problemas y desafíos seculares que determinaron o influenciaron la historia del continente fueron revistos por los nuevos caminos sugeridos e, históricamente, impuesto en la mayoría de las veces.

Entre la Doctrina Monroe, enunciada en 1823 e puesta en marcha después de la guerra hispanoamericana de 1898; que Samuelson denominó de “puesta en marcha del fascismo de mercado”; el “Washington Consensus” como Williamson denominó el conjunto de ideas y políticas económicas defendidas e ejecutadas por las burocracias y por los organismos internacionales comprometidos con la tesis, modelo e intereses norteamericanos que subordinan las periferias del sistema, y, por fin, las críticas de Stiglitz que apunta para la trayectoria y despliegues destructivos de este modelo para las sociedades del este europeo  y demás países sometidos al modelo especulativo que atravesaron los años noventa con reducido crecimiento y sucesivas crisis de carácter recesivas, problemas de ajustes fiscales y de cambios, y amenazas y restricciones a los derechos sociales y políticos que aplastan a la condición ciudadana.

El Washington Consensus produjo un nuevo nivel de comprensión y de actuación de los poderes y de las instituciones o agencias de poder, se transformó en una marca fundacional. Marca entendida como emblema de un producto. En 1989, un nuevo modelo y discurso, el Washington Consensus se volvió hegemónico entre las elites políticas regionales. El supuesto Acuerdo es una estrategia impuesta de ajuste y estabilidad de las economías de los países periféricos, este proyecto fue formulado e puesto en marcha por diferentes acciones desencadenadas por la acción organizada e intereses comunes que involucran el gobierno americano, IMF y Banco Mundial. El Washington Consensus, como proyecto de poder excluyente y único de modelo de desarrollo e integración capitalista, es formulador de un recetario que se preocupa en afirmar la creencia en la eficacia de la reducción del “tamaño del Estado”.

El Washington Consensus, marco fundador de este nuevo proyecto de poder, como estrategia de afirmación de un proyecto sociopolítico no sólo pretende reformular el Estado o redefinir sus funciones, sino tratar de actuar de forma organizada para alcanzar determinados fines y si el punto de partida es la economía, lo será la dominación política, ideológica y cultural que él hace viable.

 

3 - AMÉRICA LATINA, INSERCIÓN E INTEGRACIÓN REGIONAL:

DISCURSO, RE-FORMA Y LA NUEVA FORMA DEL CAPITALISMO

 

Algunas categorías y palabras marcaron en América Latina los planes, los discursos y las expectativas sobre el desarrollo de estos países en los últimos cincuenta años. Developing Countries, New Industrialized Countries, Debits Countries y Emerging Markets se transformaron en metas y proyectos sociales y estatales. Estas categorías convivían con coyunturas marcadas por la euforia u optimismo de nuevas teorías, cambios tecnológicos y productivas e condiciones históricas Ya sea por los largos y penosos recorridos rumbo a cambios anunciados, anhelados y nunca alcanzados. En la última década, la propia noción de país o de nación fue revista bajo la lógica determinista del proceso de globalización que de una parte, algunos autores, instituciones y actores sociales tratan como una amenaza y de otra los que tratan como lo inevitable.

En la tradición de los estudios sobre el pensamiento social de América Latina el fenómeno del atraso histórico del continente ocupa un papel central. Parte expresiva de la literatura producida gravita en torno deste tema. Los trabajos del campo científico apuntan modelo, vías, estrategias o especificidad regionales del desarrollo capitalista, de su capacidad de contestar al desarrollo y la modernización. Se admite, por lo general, que delante del atraso a que esta región está condenada el papel del Estado era vital.

Es posible afirmar que el Estado es pieza estratégica tanto en el pensamiento conservador como en el proyecto progresista. Tal pensamiento no se ubica y atraviesa los dos últimos siglos de las sociedades latinoamericanas. Principalmente, en el siglo XX, la agenda de los debates políticos en los años cincuenta hicieron del “problema del subdesarrollo” el desafío que cabría a las elites sociales, intelectuales y políticas enfrentar y superar.

Se observó que la inserción y la integración de los países latinoamericanos regional e internacionalmente depende de sus capacidades en producir calidades y modelos bilaterales de relación, en los que estos países se asumen como actores sociales estratégicos, exigiendo iniciativas conjuntas.

El mundo que se consolida con el Washington Consensus encuentra en el año de 2002 dos señales a más de su agotamiento y superación. La primera señal fueron los debates y tesis discutidos y aprobados en lo Según Foro Social Mundial y la segunda señal,  fueron los análisis y sugerencias discutidas y aprobadas en la reunión de Cúpula del Banco Internacional de Desarrollo. En los dos encuentros el mismo énfasis, la imposibilidad de mantener el crecimiento económico, las articulaciones tecnológicas y la creciente unificación política e institucional desconsiderando los aspectos sociales y culturales.

La reconquista de la democracia como proceso político e institucional en América Latina exigía cambios de los regímenes e instituciones locales. La democracia no era más una opción, era una necesidad utilitaria de las alianzas de sustentación de los regímenes y bloques políticos. Democracia, a lo largo del tiempo, se transformó en elemento funcional del sistema, una necesidad operativa y este nuevo rumbo, para este antiguo desafío, provoca la necesidad de tejer un nuevo arcabozo institucional y nuevas calidades relacionáis y de política externa.

Democracia, en América Latina, es una palabra repetida en diversos discursos y recusada en diversa prácticas y momentos históricos; es una palabra que no presenta una unicidad interpretativa. Al contrario, se la comprende como libertad formal de individuos en la creación e iniciativas privadas, sin compromiso sin vínculos de compromisos forales que predominaban en las relaciones y acuerdos sociales. La idea predominante impuesta por los nuevos intereses sociales dominantes, este pacto o forma de comprensión es de contratos temporales, parciales e individuales. Diferente perspectiva asume los movimientos sociales en la segunda mitad de los años setenta, para ellos la democracia pasa a ser sinónimo de desconcentración de poderes y de participación social. El modelo de poder político e institucional en América Latina, heredero del populismo, no admitió o posibilitó que un discurso o proyecto social agotase o liquidase el otro, de esta forma, conforme los intereses y capacidad de presión, los discursos y proyectos conviven, si permean o permite que en determinados momentos de ellos si sobreponga al otro.

La democracia que regresó al continente, como estrategia articulada a la lógica económica, se hizo presente como resistencia a los regímenes militares y al modelo del PRI, encontró su agotamiento. La democracia como restablecimiento del ordenamiento jurídico e institucional, agotamiento como forma de ejercicio del poder político y que se muestra incapaz de alterar o permitir que las relaciones de poder constituidas por el régimen alcanzado fuesen modificadas. Las estructuras jurídico-institucionales heredadas no fueron modificadas con relación a los intereses dominantes. El resultado de esta política es la crisis permanente de las instituciones y de las instancias jurídicas, políticas y sociales en América Latina y, en el plan externo, la incapacidad en generar políticas independientes y articuladas para garantizar condiciones de construcción de la democracia, equidad y soberanías nacionales.

El individuo desenraizado, buscando dar nuevo significado a su existencia, y desprovisto de derechos se concentra caóticamente en los espacios urbanos. Los espacios urbanos centralizan y concentran los problemas de su organización societaria y permiten producir las estrategias de preservación de su identidad y proyectos y las formas de cambios y resistencias al modelo hegemónico. La violenta, presuroso y descontrolado proceso de urbanización contradictoriamente favorecen la multiplicación y la formulación de ricas alternativas políticas y culturales. Elizondo afirma que “ellos consisten en la resistencia que pueda oponerse a la consolidación del modelo de exclusión y apartheid social que se despliegan sobre nuestras deterioradas geografías urbanas y en las estrategias que puedan desarrollarse para generar canales y formas de participación e inclusión de La ciudadania”.

Nuestro estudio, toma los años 1991-2002 como un período que se caracteriza por la confusa, desigual, aceleradora de tensiones y exclusión, y analíticamente borrosa para América Latina. Particularmente, tomamos este período como de una oportunidad que analistas políticos y sociales clasifican como perdida para la efectiva implantación de políticas de integración e inserción social y política de América Latina en el concierto de las naciones avanzadas del capitalismo, según un modelo propio u obediente al un modelo producido en las agencias internacionales de desarrollo. Un período que desafía intelectuales, políticos y militantes de cualquier proyecto, un período que redefine la cartografía de poder.

Un análisis de los años 90, del siglo XX, para los pueblos y países de América Latina permite afirmar que ellos produjeron situaciones y condiciones históricas, sociales e institucionales que provocaron y desafiaron la imaginación de los científicos y militantes de diversa utopías. Este período histórico transcurrió de manera no lineal, pero consolidando y ensanchando tensiones, proyectos y complejidad de diversas naturalezas, particularmente en el universo político: en la grande mayoría de los países latinoamericanos, en este período se dio y se consolidó una calidad de democracia marcada por la exclusión y de ciudadanía mínima centrados o nombrados bajo el signo discursivo de la reforma del Estado.

La permanencia de grupos, alianzas e intereses sociales en las instancias de poder y control social, a largo y medio plazos, alterando y adaptando a los nuevos tiempos a su estrategia y su cara, al mismo tiempo en el que demuestra capacidad de convivencia y simultaneidad con nuevos intereses y proyectos se hacen expresar conjuntamente. Esta agilidad política demuestra la existencia de una instabilidad de poder que provocan un constante zigzaguear de las fuerzas sociales y de sus estrategias e instituciones de intervención social. La sensación de estabilidad con cambio y permanencia como fenómenos simultáneos no es ocasional, es una situación concreta e históricamente previsible en la región.

En el plano político, hay una nueva faceta a ser considerada, la ampliación del proceso de exclusión social y una estrategia de mantenimiento del orden político-institucional y jurídico. Tal exclusión no es un fenómeno unidimensional y exige repuestas diferenciadas, este proceso – en medio a los movimientos sociales organizados - recibió el nombre de democracia excluyente.

Por democracia excluyente, se delimita un modelo de democracia liberal centrada en la perspectiva de afirmar una lógica de dominación y organización de la sociedad que funciona como instancia discursiva y simbólica de manera no restrictiva y que haga viable una economía de mercado. Este modelo de democracia excluyente produce, para su propia supervivencia y reproducción social, una calidad de ciudadanía mínima, que, al contrario del proceso iniciado en la Segunda mitad del siglo XVIII a las tres décadas que se siguieron a la después-guerra, se centraliza en la pérdida o desaparición de los derechos sociales o colectivos y se afirma un modo de expansión de los derechos y de una ideología centrada y concentrada en el individuo. Un individuo descontextualizado y dislocado de sus relaciones sociales, de su identidad social.

Por ciudadanía mínima, estamos designando una calidad distributiva de bártulos y equipos colectivos, simbólicos y de consumo que no están devotados para el derecho y/o la existencia colectiva. Esta inclinación, que naturaliza la pobreza y la exclusión – con sus diverso y conocidos efectos - como modos de expansión del capital en la región, estaba presente en diverso proyectos de segmentos sociales urbanos identificados o articulados con el capital internacional, se volvió hegemónico a lo largo de las dos últimas décadas en la región.

En América Latina, el proyecto reformista demostró poseer un grande peso y capacidad política de transformarse en agenda de gobierno a lo largo de la última década del siglo XX, la reforma se transformó en discurso hegemónico política y discursivamente, este proyecto con la fuerza de los gobiernos sociales-democráticos, que fueron impuestos en el continente, prácticamente anuló o no consideró los otros proyectos sociales. Este discurso producido por las agencias internacionales, reconocido por políticos comprometidos con estos intereses e intelectuales que ocupan lugares estratégicos en instituciones universitarias y medios de comunicación hace creer que los países de América Latina que adoptaron tales políticas viven otros tiempos y desafíos. Los sectores midiáticos se empeñaron en demostrar que la realidad asumió las facciones de este proyecto y que él se consolidó, el latinoamericano está, en esta perspectiva, condenado a admitir, contra todas las evidencias, que es más moderno, pujante, diferenciado y globalizado.

 América Latina, reconocida por los dictadores y líderes carismáticos, con el nuevo proceso democrático aprendió y hizo viable la forma de convivir con el sistema participativo. De 1999, cuando en Paraguay el vicepresidente fue asesinado atribuido a Raúl Cubicas, una parcela de la población ocupa las calles, el presidente deja el cargo y el país. En 2000, acusado de corrupción y del caos social, después de tres elecciones fraudulentas, Fujimore se exila en Japón. En Ecuador, en enero de 2000, levantes indígenas y de militares provoca la caída de Jamil Mahuad. En la Argentina, en diciembre de 2001, “panelaços” (golpes ruidosos usando ollas) y rudas luchas de calles, tras más de cuarenta meses de recesión y desempleo, contra las orientaciones y políticas económicas que llevaban a un agotamiento social, particularmente de las clases medias urbanas, provocaron la renuncia de Fernando de La Rúa, y, después de tres experiencias malhechas, la Casa Rosada es –momentáneamente- ocupada por Eduardo Duhalde. En abril de 2002, la crisis de gobernabilidad y social de Venezuela alcanzó su punto culminante con la tentativa de alejamiento de Hugo Cháves del poder. El caudillo venezolano, que posee un vasto apoyo entre los sectores populares urbanos de baja organización social, es contestado por una alianza que reúne empresarios, dirigentes sindicales tradicionales, vigorosos sectores de medios de comunicación, sectores de la Iglesia, sectores de los militares.

 

4 - LA INTEGRACIÓN SUBORDINADA Y LA CULTURA SUBORDINADA: LA CULTURA COMO PUNTO DE PARTIDA

 

Nuestro análisis posee una premisa, que pretendemos esté presente y oriente nuestra comprensión del proceso de integración de Brasil en América Latina o el proceso de Integración latinoamericano: el desarrollo es, fundamentalmente, un fenómeno cultural.

En América Latina, la cultura siempre evoca una condición la cultura de las clases dominantes, esta cultura es necesariamente vinculada a la cultura transnacional. Al contrario de la cultura cuando comprendida como expresión de las clases populares o subalternas, que son en la esencia de su origen y desarrollo elementos transnacionales, multietnico y plural.

Cultura es, en la perspectiva adoptada en nuestra pesquisa, la manera compleja y tensa como la sociedad –entendida cómo segmentos articulados a la totalidad- instituye símbolos, los conserva y les transmite. Cultura es el orden social y simbólico de la existencia humana, que se relaciona por medio de lenguajes y a lo largo del tiempo. La cultura se transforma en referencia fundamental –pero no la única- con la realidad que instituye la identidad de una sociedad y con los otros, estableciendo la diferencia y a alteridade.

La cultura de las clases dominantes, producen una situación de conflicto. Toda expresión de clase o de cultura diferente es tratada como “inferior” o “exótica”, incapaz o desmerecedora de crédito o de respeto. La cultura las clases populares latinoamericanas es secundarizada y no ‘asimilada” por la cultura blanca y originada o transformada en un simulacro de aquellas existentes en los centros dinámicos del capitalismo. Por tanto, la cultura dominante actúa en el sentido de reducir o inviabilizar la cultura de las clases populares si hace presente en el sistema de comunicación. Este sistema rechaza y descalifica los proyectos y estéticas diferentes y es, por definición y necesidad, antidemocrático y excluyente.

La cultura aceptada y recomendada es aquella transformada en mercancía y, muchas veces, en entretenimiento. La cultura de las clases populares o subalternas resisten y desafían los proyectos y estéticas globalizadores y homogeneizadores a través de recursos e instrumentos que se constituyen en el interior del propio sistema (sistema centrado en el consumo).

La formación de una sociedad planetaria integrada y solidaria, según Barros, es una posibilidad, una cultura planetaria, al contrario, no es posible. El mismo puede ser constatado cuando la cuestión de la sociedad y de la cultura son colocadas para américa Latina, sociedad y cultura son dimensiones y relaciones que se estructuran socialmente de forma distinta. La sociedad integrada por la economía, política, tecnologías, medios de transportes es una consecuencia directa y previsible de la dinámica adoptada por la acción de la economía, de los gobiernos, de las agencias internacionales, por los actores gubernamentales o no gubernamentales. En la cultura el desafío es producir una coexistencia, una armonía en la que el pluralismo es significativo para los individuos y comunidades, la tolerancia más que una condición una actitud de respeto.

La riqueza cultural –que se expessa por la diversidad- fue vivida, se reprodujo y se modificó a lo largo de los tiempos gracias a la fuerza que la tradición oral consiguió en la región. La tradición oral es una fuente de saber, una forma de transmisión de conocimiento, de organización social y producción de sentido para los individuos y grupos sociales. La tradición oral – fundado en mitos y leyendas - ofrece una cosmovisão, es central en la generación de una cultura de las clases subordinadas. La cultura que las clases subordinadas representan diferencian el patrimonio cultural de aquella constituida y vinculada por el bloque en el poder.

Ferreira, considera, desde el mundo real, por tanto plural, en que el proceso ambiguo y conflictivo de la sociedad en el cual la cultura está buceada.

Canclini observa que la construcción material de sentido social, constituye al mismo tiempo la identidad cultural, y esa constitución simbólica permite al autor afirmar que “la cultura es el cuerpo de la identidad”, el lugar de la resistencia y el espacio de producción de las alternativas. La cultura es dotada también de una materialidad, ella no es apenas un elemento discursivo y simbólico.

Los procesos culturales, la sociedad y las relaciones culturales y sociales ayudan a recapacitar la sociedad y la cultura latinoamericana. Ayudan a recapacitar la formación histórica, cultural y social del continente, a recapacitar el continente. Son más que conceptos en sí, son informes de prácticas, saberes y relaciones sociales que ganan complejidad cuando son vividos por segmentos de la población o se establecen como referencia de acciones y políticas estatales o estatales. A lo largo del siglo XX, en América Latina, el discurso público, de intelectuales, artistas y movimientos sociales, resaltó, en diversas conjunturas, la importancia de la cultura, su papel unificador del espacio y de las relaciones geográficas y nacional. El mismo concepto que se encuentra bajo sospecha entre los científicos sociales. Para la sociedad y el Estado, políticas y reflexiones sobre reconocimiento y pluralidad cultural es la condición para la producción de nuevas relaciones sociales y simbólicas.

El discurso triunfante del proyecto moderno encontró su punto máximo en el inicio del siglo XX, cuando la nación, el discurso sobre la nación, y la promesa de integración de estas naciones en una nueva perspectiva de progreso – identificada con el proceso vivido en Europa - permitía la existencia de una organización y estetización de bienes materiales y artefactos locales que remitían a la idea de “orden nacional”. En este momento de la Historia, y las elites de América Latina exigían el derecho a ser moderna, que se confundía con la imagen, las representaciones de velocidad, de urbanización, de industrialización y articulación internacional como símbolo y sinónimo de progreso y civilización. La cultura – heredera de la tradición idealista - organizaba y atribuía sentidos específicos de vida colectiva.

En los años 70, los desafíos tecnológicos, las nuevas formas de comprensión de la vida colectiva y de la cultura por la sociedad y, en particular, por los movimientos sociales, el explorar profundamente los debates teóricos ponen la cultura bajo una nueva mirada. La mirada sobre la cultura ya no es individual, las reflexiones sobre el tema se hacen en forma de redes de información. Organizando redes de investigadores involucrados con temas de cultura, García Canclini apunta la hibridación como elemento integrante y referencial de las naciones y culturas latinas.

Canclini es el responsable de una reflexión innovadora sobre la cultura en América Latina. Criticando las ideas producidas en el contexto intelectual y estético del moderno, Canclini incorpora en sus análisis la crítica a la noción de totalidad, la condición de pos-guerra presente en las obras de Lyotar y Harvey y recurre a la sociología de la cultura como sugerida por Bourdieu. La etnografía, en el trabajo de Canclini, es un recurso analítico importante, que exige complejas técnicas de investigación y conocimientos empíricos. Lo mismo se da con la articulación entre territorio y cultura, que constituyen metáforas del espacio y de la frontera exponiendo las varias instancias de desterritorialización [N.T. de borrar el concepto de territorio, de los límites territoriales], que se encuentran en permanente movimiento y desbordan de su dominio tradicional y privilegiado en los que los individuos y grupos se involucran, coexisten y competen. Ésta es la esencia del híbrido, en el ser múltiple y no en un ser homogéneo y monocárdio. Nuevos puntos y patrones de intersección cultural.

En “Noticias Recientes sobre la Hibridación”, Canclini demuestra que en la construcción híbrida de los pueblos latinoamericanos, habrían aportado, principalmente, los europeos originarios de los países ibéricos, los indígenas locales y los pueblos de África obligados a convivir en una nueva condición. Cinco siglos más tarde, un nuevo y acelerado proceso está en curso, apurando los cambios y las relaciones societarias. Las nuevas tecnologías comunicacionales, la articulación mundial promovida por las empresas de transportes y los movimientos migratorios que reúnen en grandes centros urbanos y productivos múltiples realidades y vivências existenciales y culturales amplían el diálogo y el intercambio entre culturas y continentes. La aproximación acelerada por la modernidad se volvió un proceso instantáneo e involucra simultáneamente individuos y grupos de diferentes regiones del planeta.

El concepto de hibridación – de origen biológico y que posee significados en discordancia - es lo usado para analizar las culturas. Se trata, más bien, de un concepto utilizado para describir y analizar procesos interétnicos y de descolonización (Bhabha, 1994; Young, 1995), sobre las sociedades y los procesos globales (Harvey, 1996), nuevas fronteras y enlaces que se realizan en diferentes experimentos artísticos, literarios y comunicacionales (Hall, 1992; Barbero, 1999). Híbrido es un concepto incapaz y desinteresado en producir univocidad y, en algunos casos, provoca la utilización del concepto de sincretismo en usos de análisis religiosos; de mestizajes para temas y objetos históricos y de las ciencias sociales; de fusión en música, artes pláticas y estructuras imagéticas. Rita de Grandis consideraba que solo el debate interdisciplinar podría dar cuenta de la cuestión de la hibridación.

En “Culturas Híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad”. Canclini parte de la idea que hibridación son procesos socioculturales en los que “estructuras o prácticas, que existían en formas separadas, se combinan para generar nuevas estructuras, objetos y prácticas". Este hibridismo, que producen o posibilita la existencia de nuevas síntesis y elementos, caracterizó el siglo XX en diferentes campos poniendo en evidencia y permitiendo nuevos y otros despliegues, productividad y el poder creativo e innovador de las aleaciones o mezclas interculturais.

La hibridación permite reconvertir y darle un nuevo significado a los patrimonios y artefactos y, con ello, ofrecer una nueva reconversión, usos y sentidos. Las tecnologías y nuevos materiales introducidos ofrecen y reestructuran el uso o el sentido, permitiendo y estimulando una apropiación original de los elementos. Ello demuestra que el intelectual, el artista o el usuario no se dedica a la hibridez, sino en especial para el análisis, usos y procesos de producción, de procesos de hibridación. Tal proceso alcanza – de forma diferente - la sociedad y constituye un movimiento constante de “entrada y de salida” de esta condición, en una condición de tránsito y provisoria en la que las relaciones interculturales armonizan o resultan en situaciones o condiciones inconciliables. Lo nuevo o la síntesis producida, según Cornejo Polar, no significa la eliminación de las diferencias y de las luchas en las prácticas reunidas.

Barros enfatiza que una identidad cultural “supone que los individuos que esta abarca, o que con ella comparte, se sientan más identificados con sus elementos comunes de todos los tipos, que con elementos análogos del exterior, de lo cual no están de modo alguno desvinculados y con ellos incluso pueden estar interactuando activa y permanentemente”. Es posible afirmar que el fenómeno de identidad cultural permite la existencia de un orgullo y un afecto de aquellos que pertenecen o se sienten enlazados a una identidad, un sentimiento de pertencimento.

La identidad cultural del latinoamericano no es una unicidad, es el conjunto de las diversa identidades culturales existentes y producidas en una cierta región, en que el sentimiento de pertenencia del mismo espacio geográfico, socioeconómico, lingüístico y cultura denominado de América Latina es un elemento integrador. Un sentimiento de riqueza y afecto delante de la conciencia que cada país de este vasto continente es a un solo tiempo multiétnico y pluricultural. La identidad cultural latinoamericana produce una unidad en la diversidad, una integración tanto de las identidades como de las sociedades, pero no permite a existencia de una cultura única.

Barbero considera que el revival identitario abre camino en contra “las mil formas que hoy se reviste la exclusión cultural, política y social” y, de otra parte, que el autoconocimiento se expresa como reacción, tal como “espacios de memoria y solidaridad, y como sitios de refugios en los que los individuos encuentran una tradición moral.

Las repetidas afirmaciones que, ante los efectos de la globalización económica y de la planetarización social y cultural, las formas confinadas estarían amenazadas no se parece confirmar. Un fenómeno, que no es latinoamericano, pero, gracias a la presencia y al uso intensivo de las nuevas tecnologías, podrían estar amenazando la supervivencia cultural de América Latina.

El cotidiano, escenario que revela las luchas y diferencias sociales, expresa las tensiones y complejidades producidas en el social, es donde se realiza la comunicación y la información; donde se pasan las experiencias materiales concretas y de producción de subjetividades, comportamientos y representaciones; donde se producen o no el proceso de cambios societarios e individuales.

 

6 - PUNTO DE PARTIDA PARA UNA CONCLUSIÓN: ¿QUÉ HAY PARA INTEGRAR? VIEJOS FANTASMAS REGRESAN AL CONTINENTE.

 

Destino u opción, cualquiera que sea el modelo de análisis desarrollado demuestra que el tema y el desafío de la integración e inserción de Brasil en América Latina, camina por experiencias que tiñe el escenario por el pesimismo.

Permanencia y cambio. Permanencia en el cambio o cambio con permanencia, certificamos que más que dos palabras en busca de producción de un significado histórico, político y social, palabras que produzcan o hagan factible, un vigoroso sentido o modelo de dominación, pobreza y exclusión social. Producen u orientan una realidad. América Latina demuestra que estas palabras no son precisamente antagónicas o excluyentes. El modelo de desarrollo regional exige esta combinación perversa, son dimensiones complementarias de un único proceso. Tal evaluación no es reciente, es una constante entre los políticos y los profesionales del campo cultural en la historia de América Latina. Desde el siglo XIX, la búsqueda de integración entre los pueblos latinos está puesto en las diferentes agendas regionales y obedecen a los más diferentes motivos y proyectos sociales. Por lo tanto, se trata de una alternativa histórica al modelo colonial, una forma de resistir a los efectos y procesos fragmentadores de la colonización y, más específicamente en las tres últimas décadas, de los aspectos negativos de la globalización. Esta integración –considerada urgente y necesaria-  ha sido pensada y se realiza o no de diversos modos, según diversos intereses.

Esta América Latina que está siendo divuldada por los intelectuales, organismos y agencias internacionales de desarrollo, gobiernos y medios de comunicación de una región despolitizada y descontextualizada. A veces, desprovista de sentido y de camino. Hay un proceso de esvaziamento de contenidos, simbólico y relacional de América Latina que resulta en una naturalización o “alcalización” del proceso económico en detrimento de las demás dimensiones sociales y culturales.

Hubo un tiempo - años 60/70 - en el que el latinoamericano tenía su continente bajo permanente mirada y expectativas. El cotidiano continental era vivido y compartido entre todos. En los años 70, bajo el control amenazador de las diferentes dictaduras militares, había un mínimo de curiosidad e informaciones sobre el continente. desde la segunda mitad de los años 70, la mirada continental fue desviada y América Latina dejó de ocupar un lugar central en las preocupaciones y utopías de generaciones. El continente resurge, en los años 90, como un mercado, como un cuerpo sin alma y colores, despolitizado y descontextualizado, bajo el prisma de la “CNN en español” y del Departamento de Estado de EE.UU.

En diversas situaciones – lejos de la escena reconocida por los poderes - se cuestiona la capacidad y el poder de las estructuras tradicionales de producción y organización de la sociedad latinoamericana. El siglo XX facilitó y amplió la capacidad de producción de tecnologías de poder y de subordinación de los hombres y de los grupos sociales a los proyectos sociales dominantes. Las tecnologías y los nuevos medios de producción, circulación de información pasaron a ocupar un papel central en el proceso de información y de producción de sentidos social. Ellas, en una supuesta neutralidad de la técnica, tienden a difundir y mercantilizar valores e intereses originarios de los países desarrollados y los eligen como preferencia o referencias únicos, civilizatorios o mundial. Se entiende que el proceso denominado de globalización lleva a una creciente uniformización de hábitos y preferencias en beneficio de los países que se sobresalen en la estructura del poder internacional.

Más grave todavía, además de bienes éste proceso introduce valores y elementos culturales, sin observar o respetar las especificidades y las historias de cada sociedad. El ideal de relación como un trueque entre iguales, se demuestra débil e inoportuna a los intereses predominantes. De otra parte, hay un intento de rescate de idiomas, valores, preferencias y culturas que – se admite- no pueden y ni deben ser olvidadas, so pena de echarse a perder una herencia cultural acumulada hace miles de años, éste es el caso del modelo integracionista que se impone en América Latina.

América latina vive una vez más amenazada por los cambios y por las decisiones externas que amenazan su trayectoria en las últimas décadas. Constatamos que una ola de cambios provocados por los intereses del mercado produjeron diversas situaciones nuevas, incluso la producción de bases incipientes e institucionales de un nuevo escenario y modelo democrático, este proceso se articuló a un discurso modernizador y social-democrático en diversos países. Los cambios en las políticas cambiales, financieras y productivas produjeron la conmoción de una región que venía de ser sometida a nueva y acelerada adecuación al modelo y relaciones de desarrollo que se propagaban desde el Atlántico por el mundo. Incluso en sus trágicas consecuencias sociales, morales y simbólicas. Una década de gobiernos compromisados con el discurso de modernidad y estabilidad punteaban para una década de continuidad.

La elección de G. W. Bush, las nuevas orientaciones de política exterior de EE.UU. para la región y luego del 11 de septiembre, con un nuevo énfasis y prioridad del gobierno de EE.UU., han traído para la región la convicción del agravamiento de las tensiones sociales, culturales, económicas y políticas y la imposibilidad de recurrir a los tradicionales procesos de política y financiación externa como modelo de superación de crisis cojunturales o estructurales. La incertidumbre política y social tomó cuenta del continente. En un proceso tremendamente expedito el modelo adoptado que prometía desarrollo y democracia –fundamentado en la idea de estabilidad monetaria- demostró toda su fragilidad e incapacidad de hacer frente a las demandas regionales.

América Latina vueve a conocer una situación de aislamiento mundial, en el momento en el que vive azotada por la mayor crisis social desde los años 30 del siglo XX. Asimismo, en el que su sistema regional de poder y gestión está marcado por la corrosión provocada por la burocratización, por la “reducción” de los aparatos estatales gracias a las políticas de privatización adoptadas, por la incapacidad de proposición de proyectos por el Estado. Este que ve su soberanía si hacerse trizas, por apolillar a las instituciones asistenciales y de enunciación de políticas, por poner a la segundo plano el MERCOSUR y amenaza de implantación – a cualquier coste- del ALCA. En este sentido, el ALCA y el MERCOSUR se revelan al mundo y a estas naciones como nuevos proyectos hegemónicos, autoritarios y totalizantes que desprecian la Historia, las diferencias y las otras posibilidades.

MERCOSUR es una aprobación general, sin embargo ese MERCOSUR que las sociedades del continente pretenden construir será diferente del proyecto librecambista y de resultados económicos. MERCOSUR producido por la sociedad, por el contrario, será el resultado de un debate que forjará una unión. Se aprehende que la integración sólo existe y sólo será posible cuando y siempre sea compartida, cuando y siempre sea construida y estructurada en la memoria social de los individuos, grupos, agentes, proyectos e instituciones de América Latina.

Venezuela, Colombia, Argentina, Brasil, Haití, Ecuador, Paraguay son algunos países con presencias obligatorias en las páginas de los periódicos que repiten la noticia de crisis de diferentes naturalezas. En los primeros años del siglo XXI, se hace factible hablar en crisis continental, el modelo de democracia-social implantado en el continente no permitió los despliegues políticos e institucionales imaginados. América Latina ha vivido un período de puesta en marcha de nuevos arreglos y flexibilización de las normas económicas y el orden social y político no fue modificado en su esencia.

“Fujimorización”, “Mejicanización”, son algunas de las amenazas a las reglas y al proceso político e institucional que conviven con el nuevo modelo de integración, el modelo de integración continental a través de la economía, de la dolarização, subordinada.

América Latina no es una prioridad de la agenda política y relaciones internacionales, en los primeros años del siglo XXI. La conjuntura iniciada con el gobierno Bush, en EE.UU., prioriza Asia y el Oriente Medio. Los intereses y las estrategias de la principal nación del mundo pos-socialismo fueron hondamente modificadas a lo largo del gobierno Bush, del desinterés inicial por la cuestión y temas de política externa, se pasó, tras el 11 de septiembre, las acciones de naturaleza política y militar que fueron dislocadas para la llamada “lucha contra el terrorismo”, como política internacional. Tal concepto y prioridad propositalmente vago y impreciso fue asentado política e ideológicamente a través de una sólida alianza liderada por EE.UU., involucrando países europeo y algunos países árabes en la lucha contra el poder central en el Afganistán, su liderazgo religioso, y los grupos religiosos fundamentalistas, primordialmente de inspiración musulmána.

En las últimas décadas, América Latina y, principalmente, África no poseen o han producido ningún hecho en la agenda internacional que congregaran los intereses de los países centrales del sistema. Imposibilitadas de mediar luchas y proyectos internacionales en disputa, cabe a estos continentes un papel secundario en la política internacional. La única posibilidad de revertir esta condición es la superación del modelo de integración subordinada de los países de esta regiones. O sea, es la constitución de nuevos patrones de desarrollo y de relaciones societarias.

La decisión o la condena en acompañar este modelo significa la imposibilidad histórica y social de los países de esta región, la convicción de que no hay porvenir posible. La solución se encuentra en lo que los intereses dominantes siempre recusaron en la región, la novedad que la cultura y la sociedad representan como estrategia de superación de las trampas dispuestas por la economía y por los poderes políticos del centro del sistema y de los intereses locales a ellos articulados. Una vez más se demuestra la incapacidad de las teorías conocidas en explicar y modificar – cuando sus idealizadores están en los centros de poder - tal escenario regional.

La cultura es un elemento de renovación y modernización de los países y de las condiciones de existencia de los pueblos. En contraste, de lo que afirma los grupos hegemónicos, no existe conflicto o antagonismo entre desarrollo, tradición e identidad. El desarrollo sólo es real y general cuando se fundamenta en la tradición, no renunciando de la identidad de cada país o grupo social, sino reforzándolas y haciendo posible su existencia. La integración, cuando se trata de opción colectiva, es real no está pendiente de poderes y de los proyectos hegemónicos. La cultura y las instituciones culturales constituyen lugares sociales privilegiados de las luchas por la producción de nuevas hegemonías y afirmaciones de sus proyectos y formas de existencia social.

 

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Resumen:

Discute el proceso de integración e inserción de Brasil en latinoamerica, reflejando sobre el proceso histórico de la región. El proceso de integración e inserción como parte de una política externa fundamentada en acciones enmarcadas por la administración de acomodación y conflictos. Vivimos un proceso complejo y tenso que los análisis científicos no consideran en su totalidad. Nuestro estudio es heredero de una tradición que encuentra en la Historia las bases de fundamentación del análisis. Analizamos, basados en fuentes secundarias, los 50 últimos años del proceso de desarrollo e integración en América Latina llevando en cuenta las transformaciones ocurridas en el escenario internacional. Se trata de comprender los cambios institucionales y políticos que caracterizaron la región y las formas o posibilidades de este proceso. La moderna sociedad latinoamericana se forjó bajo la pronta y brusca acción del escenario externo y demandas culturales, sociales y simbólicas locales, regionales y nacionales. Comprendemos que los intereses y el discurso económico buscan subordinar los políticos y culturales, y que la historia de cada nación impide la imposición de un modelo o cronograma único para el proceso deseado por las naciones y bloques hegemónicos. El discurso de la integración no propone equidad y justicia, se fundamenta en el mantenimiento de la desigualdad.

 

Palabras Claves: Política externa, integración, revisión teórica, produción de alternativas.



1 Esse texto é uma síntese de um trabalho preparado no Pós-doutoramento do autor no CESLA (Centro de Estudos Latino Americanos) da Universidade de Varsóvia - Polônia.

* Professor do Departamento de Saúde da Comunidade (DSC) e do Mestrado em Memória Social e Documento (MMSD) da Universidade do Rio de Janeiro (UNIRIO).


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