INTEGRACIÓN E INSERCIÓN DE BRASIL EN AMÉRICA
LATINA1
Nilson Alves de Moraes*
Integración e inserción de Brasil en América Latina se constituyen en
objeto científico y también en un complejo desafío político, social e
institucional que se presenta para los países y poblaciones de América Latina a
partir de la segunda mitad de los años 80’.
El uso de las palabras expresan voces y sentidos que muchas veces no
pretenden/logran ser reconocidas y ni explicitadas ante los demás actores,
estrategias y proyectos sociales; integración e inserción son dos palabras que
permiten diferentes usos y sentidos y en el caso latinoamericano estas palabras
son, a lo largo de cuatro siglos de historia, portadoras de diversos intereses
y sentidos, por veces contradictorios.
Integración e inserción son desafíos sociopolíticos
complejos e tensos de naturaleza y origen histórico, por lo tanto sometidos a
condiciones tiempo-espaciales y las especificidades a cada Estado y sociedad, y
que exigen cuidados conceptuales y rigor analítico, pesar que las condiciones o
lo que constituyan tales procesos no sean de conocimiento general o producto de
consenso. Sus contenidos asumen facciones coyunturales y no surgen o son
utilizadas al azar. Ellas expresan una estrategia, que envuelve diversas alianzas
sociales, que se constituye desde los años 50’ a través de organismos y
agencias internacionales, acciones gubernamentales y alineados institucionales
e intelectuales que ponen en jeque algunos de los patrones relacionales de
desarrollo de las sociedades occidentales capitalistas. A la vez, integración e
inserción son dos palabras que permiten sentidos diversos y usos diferentes,
por veces disconformes.
La integración o la inserción, como política de gobiernos es una
posibilidad que deberá confrontarse con resistencias y proyectos alternativos.
La integración y la inserción sólo se consolidan cuando hábitos, mentalidades,
comportamientos, creencias, costumbres, valores y actitudes pueden ser
compartidas o comprendidas como ‘identificatorios’ y no expresan antagonismos o
conflictos.
Lo debate intelectual y proceso social son opciones políticas, de
implicaciones estrategias promovidas de forma impositiva por las fuerzas
económicas y políticas predominantes en el occidente capitalista y que para tal
desconsideran la Historia, los intereses, las identidades, las prioridades
nacionales y locales. Expresan dos tipos de discursos: los que predomina la
euforia, y para otros predomina o ceticismo.
Un elemento nuevo en el escenario es la recusa de la sociedad en
asumir una posición de asistente del proceso, ella pretende intervenir y recusa
el énfasis dado en la visión economicista que algunos tratan de implementar.
Grupos e instituciones de la sociedad civil buscan envolverse con los debates
formulando y influidos en rumbos y políticas implementadas o en formulación.
La tradición y la continuidad de las políticas externas del continente
fueron modificadas por el escenario interno y externo que modificaron
intensamente los discursos y las prácticas políticas en el continente. Los anos
80’ enmarcaron de diferentes maneras y con diferentes énfasis a América Latina.
Se ha anunciado, repetidas veces, en diversos discursos y análisis que la
democracia se ha impuesto en el continente, pero es posible constatar que, a la
vez, se ha acelerado el violento proceso de concentración de rentas y de poder,
con diversas y graves efectos sociales y culturales.
La
violencia y la velocidad de los cambios histórico-sociales en América Latina
influyeron decisivamente las formas de análisis del fenómeno. Estos cambios
fueron sorprendentes y los científicos estaban discapacitados para
comprenderlas, además del desafío social estos hechos provocaban el análisis.
En general, los científicos latinoamericanos, después de una fase de perplejidad,
se enredaron o se contaminaron ante el nuevo y contradictorio escenario. La
intensidad y velocidad de los cambios generaron un nuevo hecho: los científicos
viven los cambios en su tiempo, son co-autores de un nuevo enredo de una vieja
historia; la historia del capitalismo.
La
América Latina ha sido una preocupación articulada a la democracia, al trabajo
asalariado, a la expansión capitalista en la región. La literatura y las artes,
y sus diferentes lenguajes, no olvidaron el tema, y lo afrontaron enfatizando
la dimensión trágica de estos pueblos; la generosidad, la grandiosidad y la
diversidad de los pueblos y de la naturaleza siempre representada como
grandiosa y generosa; una región en la que el inusitado encanta y produce una
realidad mágica y fantástica. Las representaciones y narrativas sobre el
continente y su población están cargadas por lo imaginario y por el deseo: en
esta región los discursos y representaciones utópicas se confunden con las
realidades.
Los
temas “relaciones internacionales” e “integración latinoamericana” se
caracterizan por la discontinuidad, por la inexistencia de una mirada o una
dirección única y por la fragmentación de abordaje.
Brasil - América Latina – Globalización: Los grandes temas y artículos
invocaban una idea de acciones conjuntas. La integración regional se
contraponía a la de desarrollo aislado; el universalismo se enfrontaba con las
corrientes regionalistas; y, por fim, la solución que cuestionaba el “destino
inevitable” provocado por el pos-guerra estimulaba el debate entre los
defensores del multilateralismo contra las corrientes que se colocaba face a
los grupos bilaterales.
En los
años 80’, la Historia no reservó tan sólo la derrota de las dictaduras y de las
formas tradicionales de dominación en la región; la Historia nos ha presentado
otras sorpresas que escapaban a la mirada atenta de los científicos sociales e
historiadores preocupados en comprender la lógica que articulaba países,
sociedades e instituiciones, todos los modelos de conocimientos viven – hace
más de una década – la perplejidad ante la avalancha de cambios que envuelven
todos los sectores, países e instituiciones. Las teorías no abarcaron los
desafíos y los militantes se perdieron en sus discursos y estrategias de
acción. Las relaciones y discursos fueron dotados de nuevos significados, las
paradojas desafiaron el cotidiano.
Mundialización,
planetarización, globalización son conceptos que buscan explicar el proceso
social actual en el que el neoliberalismo y las nuevas tecnologías
informacionales en el proceso productivo y comunicacional sirven de base y
modelo de desarrollo.
Marca
ideológica de las tres últimas décadas, es el empeño en afirmar o demostrar,
según algunos parámetros parciales y arbitrarios, que el estado-nación está
condenado al desaparecimiento. Esta é una forma de discutir, de otra forma, el
problema de la organización del poder en escala mundial. En diversos
pronunciamientos se verifica que los organismos y agencias internacionales como
la ONU, el GATT, y el FMI (como verdadera paradoja, todas estas agencias e
instituciones que la inserción es por la vía Estado) son presentados como
expresión –legítima y legal- de un nuevo modo de poder y de control social en
escala planetaria.
El
universal como dirección o consenso ideológico, no se hace sin el apoyo de
complejas tecnologías, que desconsideran fronteras y tiempos, formando
distintas e intrincadas redes relacionales que, por su naturaleza, no están
contenidas por las fuerzas estado céntricas.
Estudiosos demuestran que el discurso
integracionista de valorización de la inserción de Brasil en América Latina y
el propio latinoamericanismo es un
conjunto de narrativas y esfuerzos intelectuales, políticos y de relación en
gran medida disciplinados por las potencias, y que el modelo bipolar
predominante en el pensamiento, acciones políticas y de relaciones
internacionales hasta los años 90 se consolida. Según Resende, “una nueva cartografía, con la
intensificación de la mezcla de lugares, con nuevas confluencias”, lo que
se nos figura, las ciencias Humanas y Ciencias Sociales no han desarrollado
elementos teóricos y metodológicos capacitados para comprenderlos.
Pensar América Latina se exige una perspectiva de
análisis de larga duración. La constatación que la colonización ha ocurrido de
forma diferenciada obedeciendo a intereses y condiciones muy dispareja no
impide que se afirme que el proceso de colonización logró un grado mínimo de
cohesión en el interior de las diversas regiones sometidas a tal proceso, y,
esta cohesión, moldeó la ocupación, fijación y rasgos fundamentales que fueron
compartidos por las poblaciones y estructuras institucionales de poder en los
planos locales, regionales y nacionales. No por nada, se ha denominado a este
proceso de Nuevo Mundo, aunque por paradoja, y se asentó en una dinámica de
incorporación periférica constitutiva de la formación del capitalismo.
Constatamos que a lo largo del siglo XX los análisis
y la bibliografía reunida serán impregnadas de creciente vigor
teórico-metodológico, pero aún presentan grande dispersión y fragmentación
temática y débil preocupación metodológica. Esta constatación demuestra la poca
importancia atribuida al tema y su pequeña tradición académica. Se puede
considerar que la política externa brasileña no sea objeto de preocupación
estratégica, porque no se la cuestiona en su esencia, en sus líneas maestras.
Pero, según las circunstancias e intereses, se la considera motivo de análisis
y críticas, por sucesos específicos.
La literatura y las artes, en sus diferentes
lenguajes, no olvidaron el tema, y lo retaron dando énfasis a la dimensión
trágica de estos pueblos; la generosidad, la magnitud y la diversidad de los
pueblos y de la naturaleza siempre representada como grandiosa y generosa; una
región en la que lo inusitado encanta y producen una realidad mágica y
fantástica. Las representaciones y narrativas sobre el continente y su
población están cargadas por el imaginario y por el deseo: en esta región donde
las utopías se confunden con proyectos políticos y sociales que pretenden
intervenir y cambiar la realidad.
Al lado de CEPAL, diversos intelectuales reunidos en
el Instituto Superior de Estudios Brasileños, el ISEB, de orientación
nacionalista y de fuerte influencia de las teorías marxistas, en el fin de los
años 50, empiezan a desarrollar estudios sobre la posibilidad de un desarrollo
nacional autónomo. Los intelectuales del ISEB, fueron en su momento,
responsables de un esfuerzo de respuesta a los dilemas de las relaciones
internacionales brasileñas, momento este de fuerte desenvolvimentismo y grande
capacidad de organización de trabajadores urbanos.
Al par del pensamiento y de la producción
intelectual individual, crece en importancia la producción y la actividad
intelectual que se desarrolla a través de las instituciones estatales y
privadas. Estos nuevos actores políticos e institucionales se articulan con
diversas organizaciones sociales y publican sus análisis e idearios en
diferentes vehículos comunicacionales. En estos nuevos espacios institucionales
los testimonios personales, archivos personales y documentos de gestión o de
formulación de acciones son reunidos, analizados y publicados.
A finales del siglo XX se presentó una vigorosa
conquista social, el papel desempeñado tanto por la opinión pública como por
las ONGs en las demandas de la sociedad, influenciando en las acciones y
decisiones gubernamentales y de los intereses privados. Población, gobierno,
Estado y nación establecen correlaciones distintas, tanto en el plano interno
como en las políticas externas.
Las rupturas históricas y sociales ocurridas en las
relaciones internacionales a mediados de la segunda mitad del siglo XX, son
profundas, y hacen con que los conceptos y vocabularios disponibles sean
inadecuados para analizar y nombrar los procesos en curso. Progresivamente se
observa que las formas de producción y explotación de riquezas, no están
sometidas al control de ningún gobierno, nación o regla estable provocando una
“desterritorialización” (globalización) de la riqueza y de los poderes. El
proceso de globalización realiza en los países la profundización de la
internacionalización.
Los países de América Latina están incorporados, de
forma diferenciada, en este proceso de vigorosa modernización y expansión
capitalista. Estos países están condenados a tejer nuevos escenarios y
relaciones, ven sus territorios y autonomía disminuidos (por la intensidad y
uso de tecnologías informacionales) y sus identidades amenazadas. Estudios
antropológicos demuestran que estos procesos no son una vía única, generan luchas,
resistencias y negociaciones que permiten la producción de nuevas situaciones.
En América Latina, espacio histórico y social de
diferentes conflictos, en que las matrices indígenas, europeas y africanas han
producido diversos modos de ser, de convivir, identidades locales y nacionales,
la convivencia con las formas alternativas de resistencia producen, incorporan
y reelaboran – de modo antropofágico - los elementos hegemónicos a los locales
y regionales. Se va constituyendo un nuevo mestizaje y con ello nuevos patrones
societarios y humanos.
Se constata que existe un nexo que concierta y
relaciona los cambios verificados en la sociedad, en el Estado, en las
políticas externas y en las relaciones entre ellos. Los análisis enfatizan que
el estadocentrismo que predominaba los pronunciamientos y las decisiones fueron
superadas, de otro lado se acepta que diferentes actores intervengan en el
proceso con capacidad para influenciar en las tomas de decisiones. Estos
actores y los proyectos que ellos representan se originan en la creciente
diversidad y complejidad que alcanza la sociedad moderna.
2 - LA PRODUCCIÓN DE LA INTEGRACIÓN SUBORDINADA:
Integrar, como estrategia de desarrollo y
articulación al modelo occidental de inserción de las naciones a la lógica
mundial articulada por el comercio, fue la principal estrategia discursiva de
política externa adoptada por EE.UU. para América Latina en la pos-guerra. En
pocos años el discurso que afirmaba ser posible el rápido y generalizado
crecimiento económico, tecnológico y financiero asociado a la conquista de la
democratización social, política e institucional azotó el continente
multiplicando los que se identificaban con él y produjo diferentes interpretaciones
sobre esa posibilidad y sobre las formas de conseguirlo. Así, problemas y
desafíos seculares que determinaron o influenciaron la historia del continente
fueron revistos por los nuevos caminos sugeridos e, históricamente, impuesto en
la mayoría de las veces.
Entre la Doctrina Monroe, enunciada en 1823 e puesta
en marcha después de la guerra hispanoamericana de 1898; que Samuelson denominó
de “puesta en marcha del fascismo de mercado”; el “Washington Consensus” como Williamson denominó el conjunto de ideas
y políticas económicas defendidas e ejecutadas por las burocracias y por los
organismos internacionales comprometidos con la tesis, modelo e intereses
norteamericanos que subordinan las periferias del sistema, y, por fin, las
críticas de Stiglitz que apunta para la trayectoria y despliegues destructivos
de este modelo para las sociedades del este europeo y demás países sometidos al modelo especulativo que atravesaron
los años noventa con reducido crecimiento y sucesivas crisis de carácter
recesivas, problemas de ajustes fiscales y de cambios, y amenazas y
restricciones a los derechos sociales y políticos que aplastan a la condición
ciudadana.
El Washington
Consensus produjo un nuevo nivel de comprensión y de actuación de los
poderes y de las instituciones o agencias de poder, se transformó en una marca
fundacional. Marca entendida como emblema de un producto. En 1989, un nuevo
modelo y discurso, el Washington
Consensus se volvió hegemónico entre las elites políticas regionales. El
supuesto Acuerdo es una estrategia impuesta de ajuste y estabilidad de las
economías de los países periféricos, este proyecto fue formulado e puesto en
marcha por diferentes acciones desencadenadas por la acción organizada e
intereses comunes que involucran el gobierno americano, IMF y Banco Mundial. El
Washington Consensus, como proyecto
de poder excluyente y único de modelo de desarrollo e integración capitalista,
es formulador de un recetario que se
preocupa en afirmar la creencia en la eficacia de la reducción del “tamaño del
Estado”.
El Washington
Consensus, marco fundador de este nuevo proyecto de poder, como estrategia
de afirmación de un proyecto sociopolítico no sólo pretende reformular el
Estado o redefinir sus funciones, sino tratar de actuar de forma organizada
para alcanzar determinados fines y si el punto de partida es la economía, lo
será la dominación política, ideológica y cultural que él hace viable.
3 - AMÉRICA LATINA, INSERCIÓN E INTEGRACIÓN REGIONAL:
DISCURSO, RE-FORMA Y LA NUEVA FORMA DEL CAPITALISMO
Algunas categorías y palabras marcaron en
América Latina los planes, los discursos y las expectativas sobre el desarrollo
de estos países en los últimos cincuenta años. Developing Countries, New
Industrialized Countries, Debits
Countries y Emerging Markets se transformaron
en metas y proyectos sociales y estatales. Estas categorías convivían con
coyunturas marcadas por la euforia u optimismo de nuevas teorías, cambios
tecnológicos y productivas e condiciones históricas Ya sea por los largos y
penosos recorridos rumbo a cambios anunciados, anhelados y nunca alcanzados. En
la última década, la propia noción de país o de nación fue revista bajo la
lógica determinista del proceso de globalización que de una parte, algunos
autores, instituciones y actores sociales tratan como una amenaza y de otra los
que tratan como lo inevitable.
En la tradición de los estudios sobre el
pensamiento social de América Latina el fenómeno del atraso histórico del continente ocupa un papel central. Parte
expresiva de la literatura producida gravita en torno deste tema. Los trabajos
del campo científico apuntan modelo, vías, estrategias o especificidad
regionales del desarrollo capitalista, de su capacidad de contestar al
desarrollo y la modernización. Se admite, por lo general, que delante del atraso a que esta región está condenada
el papel del Estado era vital.
Es posible afirmar que el Estado es pieza
estratégica tanto en el pensamiento conservador como en el proyecto
progresista. Tal pensamiento no se ubica y atraviesa los dos últimos siglos de
las sociedades latinoamericanas. Principalmente, en el siglo XX, la agenda de
los debates políticos en los años cincuenta hicieron del “problema del
subdesarrollo” el desafío que cabría a las elites sociales, intelectuales y
políticas enfrentar y superar.
Se observó que la inserción y la integración
de los países latinoamericanos regional e internacionalmente depende de sus
capacidades en producir calidades y modelos bilaterales de relación, en los que
estos países se asumen como actores sociales estratégicos, exigiendo
iniciativas conjuntas.
El mundo que se consolida con el Washington Consensus encuentra en el año
de 2002 dos señales a más de su agotamiento y superación. La primera señal
fueron los debates y tesis discutidos y aprobados en lo Según Foro Social
Mundial y la segunda señal, fueron los
análisis y sugerencias discutidas y aprobadas en la reunión de Cúpula del Banco
Internacional de Desarrollo. En los dos encuentros el mismo énfasis, la
imposibilidad de mantener el crecimiento económico, las articulaciones
tecnológicas y la creciente unificación política e institucional
desconsiderando los aspectos sociales y culturales.
La reconquista de la democracia como proceso
político e institucional en América Latina exigía cambios de los regímenes e
instituciones locales. La democracia no era más una opción, era una necesidad
utilitaria de las alianzas de sustentación de los regímenes y bloques
políticos. Democracia, a lo largo del tiempo, se transformó en elemento
funcional del sistema, una necesidad operativa y este nuevo rumbo, para este
antiguo desafío, provoca la necesidad de tejer un nuevo arcabozo institucional
y nuevas calidades relacionáis y de política externa.
Democracia, en América Latina, es una
palabra repetida en diversos discursos y recusada en diversa prácticas y
momentos históricos; es una palabra que no presenta una unicidad
interpretativa. Al contrario, se la comprende como libertad formal de
individuos en la creación e iniciativas privadas, sin compromiso sin vínculos
de compromisos forales que predominaban en las relaciones y acuerdos sociales.
La idea predominante impuesta por los nuevos intereses sociales dominantes,
este pacto o forma de comprensión es de contratos temporales, parciales e
individuales. Diferente perspectiva asume los movimientos sociales en la
segunda mitad de los años setenta, para ellos la democracia pasa a ser sinónimo
de desconcentración de poderes y de participación social. El modelo de poder
político e institucional en América Latina, heredero del populismo, no admitió
o posibilitó que un discurso o proyecto social agotase o liquidase el otro, de
esta forma, conforme los intereses y capacidad de presión, los discursos y
proyectos conviven, si permean o permite que en determinados momentos de ellos
si sobreponga al otro.
La democracia que regresó al continente,
como estrategia articulada a la lógica económica, se hizo presente como
resistencia a los regímenes militares y al modelo del PRI, encontró su
agotamiento. La democracia como restablecimiento del ordenamiento jurídico e
institucional, agotamiento como forma de ejercicio del poder político y que se
muestra incapaz de alterar o permitir que las relaciones de poder constituidas
por el régimen alcanzado fuesen modificadas. Las estructuras jurídico-institucionales
heredadas no fueron modificadas con relación a los intereses dominantes. El
resultado de esta política es la crisis permanente de las instituciones y de
las instancias jurídicas, políticas y sociales en América Latina y, en el plan
externo, la incapacidad en generar políticas independientes y articuladas para
garantizar condiciones de construcción de la democracia, equidad y soberanías
nacionales.
El individuo desenraizado, buscando dar
nuevo significado a su existencia, y desprovisto de derechos se concentra
caóticamente en los espacios urbanos. Los espacios urbanos centralizan y
concentran los problemas de su organización societaria y permiten producir las
estrategias de preservación de su identidad y proyectos y las formas de cambios
y resistencias al modelo hegemónico. La violenta, presuroso y descontrolado
proceso de urbanización contradictoriamente favorecen la multiplicación y la
formulación de ricas alternativas políticas y culturales. Elizondo afirma que “ellos consisten en la resistencia que pueda
oponerse a la consolidación del modelo de exclusión y apartheid social que se
despliegan sobre nuestras deterioradas geografías urbanas y en las estrategias
que puedan desarrollarse para generar canales y formas de participación e
inclusión de La ciudadania”.
Nuestro estudio, toma los años 1991-2002
como un período que se caracteriza por la confusa, desigual, aceleradora de
tensiones y exclusión, y analíticamente borrosa para América Latina.
Particularmente, tomamos este período como de una oportunidad que analistas
políticos y sociales clasifican como perdida para la efectiva implantación de
políticas de integración e inserción social y política de América Latina en el
concierto de las naciones avanzadas del capitalismo, según un modelo propio u obediente
al un modelo producido en las agencias internacionales de desarrollo. Un
período que desafía intelectuales, políticos y militantes de cualquier
proyecto, un período que redefine la cartografía de poder.
Un análisis de los años 90, del siglo XX, para
los pueblos y países de América Latina permite afirmar que ellos produjeron
situaciones y condiciones históricas, sociales e institucionales que provocaron
y desafiaron la imaginación de los científicos y militantes de diversa utopías.
Este período histórico transcurrió de manera no lineal, pero consolidando y
ensanchando tensiones, proyectos y complejidad de diversas naturalezas,
particularmente en el universo político: en la grande mayoría de los países
latinoamericanos, en este período se dio y se consolidó una calidad de
democracia marcada por la exclusión y de ciudadanía mínima centrados o
nombrados bajo el signo discursivo de la reforma del Estado.
La permanencia de grupos, alianzas e
intereses sociales en las instancias de poder y control social, a largo y medio
plazos, alterando y adaptando a los nuevos tiempos a su estrategia y su cara,
al mismo tiempo en el que demuestra capacidad de convivencia y simultaneidad
con nuevos intereses y proyectos se hacen expresar conjuntamente. Esta agilidad
política demuestra la existencia de una instabilidad de poder que provocan un
constante zigzaguear de las fuerzas sociales y de sus estrategias e
instituciones de intervención social. La sensación de estabilidad con cambio y
permanencia como fenómenos simultáneos no es ocasional, es una situación
concreta e históricamente previsible en la región.
En el plano político, hay una nueva faceta a
ser considerada, la ampliación del proceso de exclusión social y una estrategia
de mantenimiento del orden político-institucional y jurídico. Tal exclusión no
es un fenómeno unidimensional y exige repuestas diferenciadas, este proceso –
en medio a los movimientos sociales organizados - recibió el nombre de
democracia excluyente.
Por democracia excluyente, se delimita un
modelo de democracia liberal centrada en la perspectiva de afirmar una lógica
de dominación y organización de la sociedad que funciona como instancia
discursiva y simbólica de manera no restrictiva y que haga viable una economía
de mercado. Este modelo de democracia excluyente produce, para su propia
supervivencia y reproducción social, una calidad de ciudadanía mínima, que, al
contrario del proceso iniciado en la Segunda mitad del siglo XVIII a las tres
décadas que se siguieron a la después-guerra, se centraliza en la pérdida o
desaparición de los derechos sociales o colectivos y se afirma un modo de
expansión de los derechos y de una ideología centrada y concentrada en el
individuo. Un individuo descontextualizado y dislocado de sus relaciones
sociales, de su identidad social.
Por ciudadanía mínima, estamos designando
una calidad distributiva de bártulos y equipos colectivos, simbólicos y de
consumo que no están devotados para el derecho y/o la existencia colectiva.
Esta inclinación, que naturaliza la pobreza y la exclusión – con sus diverso y
conocidos efectos - como modos de expansión del capital en la región, estaba
presente en diverso proyectos de segmentos sociales urbanos identificados o
articulados con el capital internacional, se volvió hegemónico a lo largo de
las dos últimas décadas en la región.
En América Latina, el proyecto reformista
demostró poseer un grande peso y capacidad política de transformarse en agenda
de gobierno a lo largo de la última década del siglo XX, la reforma se
transformó en discurso hegemónico política y discursivamente, este proyecto con
la fuerza de los gobiernos sociales-democráticos, que fueron impuestos en el
continente, prácticamente anuló o no consideró los otros proyectos sociales.
Este discurso producido por las agencias internacionales, reconocido por
políticos comprometidos con estos intereses e intelectuales que ocupan lugares
estratégicos en instituciones universitarias y medios de comunicación hace
creer que los países de América Latina que adoptaron tales políticas viven
otros tiempos y desafíos. Los sectores midiáticos se empeñaron en demostrar que
la realidad asumió las facciones de este proyecto y que él se consolidó, el
latinoamericano está, en esta perspectiva, condenado a admitir, contra todas
las evidencias, que es más moderno, pujante, diferenciado y globalizado.
América Latina, reconocida por los dictadores y líderes carismáticos,
con el nuevo proceso democrático aprendió y hizo viable la forma de convivir
con el sistema participativo. De 1999, cuando en Paraguay el vicepresidente
fue asesinado atribuido a Raúl Cubicas, una parcela de la población ocupa
las calles, el presidente deja el cargo y el país. En 2000, acusado de corrupción
y del caos social, después de tres elecciones fraudulentas, Fujimore se exila
en Japón. En Ecuador, en enero de 2000, levantes indígenas y de militares
provoca la caída de Jamil Mahuad. En la Argentina, en diciembre de 2001, “panelaços”
(golpes ruidosos usando ollas) y rudas luchas de calles, tras más de cuarenta
meses de recesión y desempleo, contra las orientaciones y políticas económicas
que llevaban a un agotamiento social, particularmente de las clases medias
urbanas, provocaron la renuncia de Fernando de La Rúa, y, después de
tres experiencias malhechas, la Casa Rosada es –momentáneamente- ocupada por
Eduardo Duhalde. En abril de 2002, la crisis de gobernabilidad y social de
Venezuela alcanzó su punto culminante con la tentativa de alejamiento de Hugo
Cháves del poder. El caudillo venezolano, que posee un vasto apoyo
entre los sectores populares urbanos de baja organización social, es contestado
por una alianza que reúne empresarios, dirigentes sindicales tradicionales,
vigorosos sectores de medios de comunicación, sectores de la Iglesia, sectores
de los militares.
4 - LA INTEGRACIÓN SUBORDINADA Y LA CULTURA SUBORDINADA: LA CULTURA
COMO PUNTO DE PARTIDA
Nuestro análisis posee una premisa, que
pretendemos esté presente y oriente nuestra comprensión del proceso de
integración de Brasil en América Latina o el proceso de Integración
latinoamericano: el desarrollo es, fundamentalmente, un fenómeno cultural.
En América Latina, la cultura siempre evoca
una condición la cultura de las clases dominantes, esta cultura es
necesariamente vinculada a la cultura transnacional. Al contrario de la cultura
cuando comprendida como expresión de las clases populares o subalternas, que
son en la esencia de su origen y desarrollo elementos transnacionales,
multietnico y plural.
Cultura es, en la perspectiva adoptada en
nuestra pesquisa, la manera compleja y tensa como la sociedad –entendida cómo
segmentos articulados a la totalidad- instituye símbolos, los conserva y les
transmite. Cultura es el orden social y simbólico de la existencia humana, que
se relaciona por medio de lenguajes y a lo largo del tiempo. La cultura se
transforma en referencia fundamental –pero no la única- con la realidad que
instituye la identidad de una sociedad y con los otros, estableciendo la
diferencia y a alteridade.
La cultura de las clases dominantes,
producen una situación de conflicto. Toda expresión de clase o de cultura
diferente es tratada como “inferior” o “exótica”, incapaz o desmerecedora de
crédito o de respeto. La cultura las clases populares latinoamericanas es
secundarizada y no ‘asimilada” por la cultura blanca y originada o transformada
en un simulacro de aquellas existentes en los centros dinámicos del
capitalismo. Por tanto, la cultura dominante actúa en el sentido de reducir o
inviabilizar la cultura de las clases populares si hace presente en el sistema de
comunicación. Este sistema rechaza y descalifica los proyectos y estéticas
diferentes y es, por definición y necesidad, antidemocrático y excluyente.
La cultura aceptada y recomendada es aquella
transformada en mercancía y, muchas veces, en entretenimiento. La cultura de
las clases populares o subalternas resisten y desafían los proyectos y
estéticas globalizadores y homogeneizadores a través de recursos e instrumentos
que se constituyen en el interior del propio sistema (sistema centrado en el
consumo).
La formación de una sociedad planetaria
integrada y solidaria, según Barros, es una posibilidad, una cultura
planetaria, al contrario, no es posible. El mismo puede ser constatado cuando
la cuestión de la sociedad y de la cultura son colocadas para américa Latina,
sociedad y cultura son dimensiones y relaciones que se estructuran socialmente
de forma distinta. La sociedad integrada por la economía, política,
tecnologías, medios de transportes es una consecuencia directa y previsible de
la dinámica adoptada por la acción de la economía, de los gobiernos, de las
agencias internacionales, por los actores gubernamentales o no gubernamentales.
En la cultura el desafío es producir una coexistencia, una armonía en la que el
pluralismo es significativo para los individuos y comunidades, la tolerancia
más que una condición una actitud de respeto.
La riqueza cultural –que se expessa por la
diversidad- fue vivida, se reprodujo y se modificó a lo largo de los tiempos
gracias a la fuerza que la tradición oral consiguió en la región. La tradición
oral es una fuente de saber, una forma de transmisión de conocimiento, de
organización social y producción de sentido para los individuos y grupos
sociales. La tradición oral – fundado en mitos y leyendas - ofrece una
cosmovisão, es central en la generación de una cultura de las clases
subordinadas. La cultura que las clases subordinadas representan diferencian el
patrimonio cultural de aquella constituida y vinculada por el bloque en el
poder.
Ferreira, considera, desde el mundo real,
por tanto plural, en que el proceso ambiguo y conflictivo de la sociedad en el
cual la cultura está buceada.
Canclini observa que la construcción
material de sentido social, constituye al mismo tiempo la identidad cultural, y
esa constitución simbólica permite al autor afirmar que “la cultura es el cuerpo de la identidad”, el lugar de la
resistencia y el espacio de producción de las alternativas. La cultura es
dotada también de una materialidad, ella no es apenas un elemento discursivo y
simbólico.
Los procesos culturales, la sociedad y las
relaciones culturales y sociales ayudan a recapacitar la sociedad y la cultura
latinoamericana. Ayudan a recapacitar la formación histórica, cultural y social
del continente, a recapacitar el continente. Son más que conceptos en sí, son
informes de prácticas, saberes y relaciones sociales que ganan complejidad
cuando son vividos por segmentos de la población o se establecen como
referencia de acciones y políticas estatales o estatales. A lo largo del siglo
XX, en América Latina, el discurso público, de intelectuales, artistas y
movimientos sociales, resaltó, en diversas conjunturas, la importancia de la
cultura, su papel unificador del espacio y de las relaciones geográficas y
nacional. El mismo concepto que se encuentra bajo sospecha entre los
científicos sociales. Para la sociedad y el Estado, políticas y reflexiones
sobre reconocimiento y pluralidad cultural es la condición para la producción
de nuevas relaciones sociales y simbólicas.
El discurso triunfante del proyecto moderno encontró
su punto máximo en el inicio del siglo XX, cuando la nación, el discurso sobre
la nación, y la promesa de integración de estas naciones en una nueva
perspectiva de progreso – identificada con el proceso vivido en Europa -
permitía la existencia de una organización y estetización de bienes materiales
y artefactos locales que remitían a la idea de “orden nacional”. En este
momento de la Historia, y las elites de América Latina exigían el derecho a ser
moderna, que se confundía con la imagen, las representaciones de velocidad, de
urbanización, de industrialización y articulación internacional como símbolo y
sinónimo de progreso y civilización. La cultura – heredera de la tradición
idealista - organizaba y atribuía sentidos específicos de vida colectiva.
En los años 70, los desafíos tecnológicos, las
nuevas formas de comprensión de la vida colectiva y de la cultura por la
sociedad y, en particular, por los movimientos sociales, el explorar
profundamente los debates teóricos ponen la cultura bajo una nueva mirada. La
mirada sobre la cultura ya no es individual, las reflexiones sobre el tema se
hacen en forma de redes de información. Organizando redes de investigadores
involucrados con temas de cultura, García Canclini apunta la hibridación como
elemento integrante y referencial de las naciones y culturas latinas.
Canclini es el responsable de una reflexión
innovadora sobre la cultura en América Latina. Criticando las ideas producidas
en el contexto intelectual y estético del moderno, Canclini incorpora en sus
análisis la crítica a la noción de totalidad, la condición de pos-guerra
presente en las obras de Lyotar y Harvey y recurre a la sociología de la
cultura como sugerida por Bourdieu. La etnografía, en el trabajo de Canclini,
es un recurso analítico importante, que exige complejas técnicas de
investigación y conocimientos empíricos. Lo mismo se da con la articulación
entre territorio y cultura, que constituyen metáforas del espacio y de la
frontera exponiendo las varias instancias de desterritorialización [N.T. de
borrar el concepto de territorio, de los límites territoriales], que se
encuentran en permanente movimiento y desbordan de su dominio tradicional y
privilegiado en los que los individuos y grupos se involucran, coexisten y
competen. Ésta es la esencia del híbrido, en el ser múltiple y no en un ser
homogéneo y monocárdio. Nuevos puntos y patrones de intersección cultural.
En “Noticias Recientes sobre la Hibridación”,
Canclini demuestra que en la construcción híbrida de los pueblos latinoamericanos,
habrían aportado, principalmente, los europeos originarios de los países
ibéricos, los indígenas locales y los pueblos de África obligados a convivir en
una nueva condición. Cinco siglos más tarde, un nuevo y acelerado proceso está
en curso, apurando los cambios y las relaciones societarias. Las nuevas
tecnologías comunicacionales, la articulación mundial promovida por las
empresas de transportes y los movimientos migratorios que reúnen en grandes
centros urbanos y productivos múltiples realidades y vivências existenciales y
culturales amplían el diálogo y el intercambio entre culturas y continentes. La
aproximación acelerada por la modernidad se volvió un proceso instantáneo e
involucra simultáneamente individuos y grupos de diferentes regiones del
planeta.
El concepto de hibridación – de origen biológico y
que posee significados en discordancia - es lo usado para analizar las
culturas. Se trata, más bien, de un concepto utilizado para describir y
analizar procesos interétnicos y de descolonización (Bhabha, 1994; Young,
1995), sobre las sociedades y los procesos globales (Harvey, 1996), nuevas
fronteras y enlaces que se realizan en diferentes experimentos artísticos,
literarios y comunicacionales (Hall, 1992; Barbero, 1999). Híbrido es un concepto
incapaz y desinteresado en producir univocidad y, en algunos casos, provoca la
utilización del concepto de sincretismo en usos de análisis religiosos; de
mestizajes para temas y objetos históricos y de las ciencias sociales; de
fusión en música, artes pláticas y estructuras imagéticas. Rita de Grandis
consideraba que solo el debate interdisciplinar podría dar cuenta de la
cuestión de la hibridación.
En “Culturas Híbridas: estrategias para entrar y
salir de la modernidad”. Canclini parte de la idea que hibridación son procesos
socioculturales en los que “estructuras o
prácticas, que existían en formas separadas, se combinan para generar nuevas
estructuras, objetos y prácticas". Este hibridismo, que producen o
posibilita la existencia de nuevas síntesis y elementos, caracterizó el siglo
XX en diferentes campos poniendo en evidencia y permitiendo nuevos y otros
despliegues, productividad y el poder creativo e innovador de las aleaciones o mezclas interculturais.
La hibridación permite reconvertir y darle un nuevo
significado a los patrimonios y artefactos y, con ello, ofrecer una nueva
reconversión, usos y sentidos. Las tecnologías y nuevos materiales introducidos
ofrecen y reestructuran el uso o el sentido, permitiendo y estimulando una
apropiación original de los elementos. Ello demuestra que el intelectual, el
artista o el usuario no se dedica a la hibridez, sino en especial para el
análisis, usos y procesos de producción, de procesos de hibridación. Tal
proceso alcanza – de forma diferente - la sociedad y constituye un movimiento
constante de “entrada y de salida” de esta condición, en una condición de
tránsito y provisoria en la que las relaciones interculturales armonizan o
resultan en situaciones o condiciones inconciliables. Lo nuevo o la síntesis
producida, según Cornejo Polar, no significa la eliminación de las diferencias
y de las luchas en las prácticas reunidas.
Barros enfatiza que una identidad cultural “supone que los individuos que esta abarca, o
que con ella comparte, se sientan más identificados con sus elementos comunes
de todos los tipos, que con elementos análogos del exterior, de lo cual no
están de modo alguno desvinculados y con ellos incluso pueden estar
interactuando activa y permanentemente”. Es posible afirmar que el fenómeno
de identidad cultural permite la existencia de un orgullo y un afecto de
aquellos que pertenecen o se sienten enlazados a una identidad, un sentimiento
de pertencimento.
La identidad cultural del latinoamericano no es una
unicidad, es el conjunto de las diversa identidades culturales existentes y
producidas en una cierta región, en que el sentimiento de pertenencia del mismo
espacio geográfico, socioeconómico, lingüístico y cultura denominado de América
Latina es un elemento integrador. Un sentimiento de riqueza y afecto delante de
la conciencia que cada país de este vasto continente es a un solo tiempo
multiétnico y pluricultural. La identidad cultural latinoamericana produce una
unidad en la diversidad, una integración tanto de las identidades como de las
sociedades, pero no permite a existencia de una cultura única.
Barbero considera que el revival identitario abre camino en contra “las mil formas que hoy se reviste la exclusión cultural, política y
social” y, de otra parte, que el autoconocimiento se expresa como reacción,
tal como “espacios de memoria y
solidaridad, y como sitios de refugios en los que los individuos encuentran una
tradición moral.”
Las repetidas afirmaciones que, ante los efectos de
la globalización económica y de la planetarización social y cultural, las
formas confinadas estarían amenazadas no se parece confirmar. Un fenómeno, que
no es latinoamericano, pero, gracias a la presencia y al uso intensivo de las
nuevas tecnologías, podrían estar amenazando la supervivencia cultural de
América Latina.
El cotidiano, escenario que revela las luchas y diferencias sociales, expresa las tensiones y complejidades producidas en el social, es donde se realiza la comunicación y la información; donde se pasan las experiencias materiales concretas y de producción de subjetividades, comportamientos y representaciones; donde se producen o no el proceso de cambios societarios e individuales.
Destino u opción, cualquiera que sea el modelo de
análisis desarrollado demuestra que el tema y el desafío de la integración e
inserción de Brasil en América Latina, camina por experiencias que tiñe el
escenario por el pesimismo.
Permanencia y cambio. Permanencia en el cambio o
cambio con permanencia, certificamos que más que dos palabras en busca de
producción de un significado histórico, político y social, palabras que
produzcan o hagan factible, un vigoroso sentido o modelo de dominación, pobreza
y exclusión social. Producen u orientan una realidad. América Latina demuestra
que estas palabras no son precisamente antagónicas o excluyentes. El modelo de
desarrollo regional exige esta combinación perversa, son dimensiones
complementarias de un único proceso. Tal evaluación no es reciente, es una
constante entre los políticos y los profesionales del campo cultural en la
historia de América Latina. Desde el siglo XIX, la búsqueda de integración
entre los pueblos latinos está puesto en las diferentes agendas regionales y
obedecen a los más diferentes motivos y proyectos sociales. Por lo tanto, se
trata de una alternativa histórica al modelo colonial, una forma de resistir a
los efectos y procesos fragmentadores de la colonización y, más específicamente
en las tres últimas décadas, de los aspectos negativos de la globalización.
Esta integración –considerada urgente y necesaria- ha sido pensada y se realiza o no de diversos modos, según
diversos intereses.
Esta América Latina que está siendo divuldada por
los intelectuales, organismos y agencias internacionales de desarrollo,
gobiernos y medios de comunicación de una región despolitizada y
descontextualizada. A veces, desprovista de sentido y de camino. Hay un proceso
de esvaziamento de contenidos, simbólico y relacional de América Latina que
resulta en una naturalización o “alcalización” del proceso económico en
detrimento de las demás dimensiones sociales y culturales.
Hubo un tiempo - años 60/70 - en el que el
latinoamericano tenía su continente bajo permanente mirada y expectativas. El
cotidiano continental era vivido y compartido entre todos. En los años 70, bajo
el control amenazador de las diferentes dictaduras militares, había un mínimo
de curiosidad e informaciones sobre el continente. desde la segunda mitad de
los años 70, la mirada continental fue desviada y América Latina dejó de ocupar
un lugar central en las preocupaciones y utopías de generaciones. El continente
resurge, en los años 90, como un mercado, como un cuerpo sin alma y colores,
despolitizado y descontextualizado, bajo el prisma de la “CNN en español” y del
Departamento de Estado de EE.UU.
En diversas situaciones – lejos de la escena
reconocida por los poderes - se cuestiona la capacidad y el poder de las
estructuras tradicionales de producción y organización de la sociedad
latinoamericana. El siglo XX facilitó y amplió la capacidad de producción de
tecnologías de poder y de subordinación de los hombres y de los grupos sociales
a los proyectos sociales dominantes. Las tecnologías y los nuevos medios de
producción, circulación de información pasaron a ocupar un papel central en el
proceso de información y de producción de sentidos social. Ellas, en una
supuesta neutralidad de la técnica, tienden a difundir y mercantilizar valores
e intereses originarios de los países desarrollados y los eligen como
preferencia o referencias únicos, civilizatorios o mundial. Se entiende que el
proceso denominado de globalización lleva a una creciente uniformización de
hábitos y preferencias en beneficio de los países que se sobresalen en la
estructura del poder internacional.
Más grave todavía, además de bienes éste proceso
introduce valores y elementos culturales, sin observar o respetar las
especificidades y las historias de cada sociedad. El ideal de relación como un
trueque entre iguales, se demuestra débil e inoportuna a los intereses
predominantes. De otra parte, hay un intento de rescate de idiomas, valores,
preferencias y culturas que – se admite- no pueden y ni deben ser olvidadas, so
pena de echarse a perder una herencia cultural acumulada hace miles de años,
éste es el caso del modelo integracionista que se impone en América Latina.
América latina vive una vez más amenazada por los
cambios y por las decisiones externas que amenazan su trayectoria en las
últimas décadas. Constatamos que una ola de cambios provocados por los
intereses del mercado produjeron diversas situaciones nuevas, incluso la
producción de bases incipientes e institucionales de un nuevo escenario y
modelo democrático, este proceso se articuló a un discurso modernizador y
social-democrático en diversos países. Los cambios en las políticas cambiales,
financieras y productivas produjeron la conmoción de una región que venía de
ser sometida a nueva y acelerada adecuación al modelo y relaciones de
desarrollo que se propagaban desde el Atlántico por el mundo. Incluso en sus
trágicas consecuencias sociales, morales y simbólicas. Una década de gobiernos
compromisados con el discurso de modernidad y estabilidad punteaban para una
década de continuidad.
La elección de G. W. Bush, las nuevas orientaciones
de política exterior de EE.UU. para la región y luego del 11 de septiembre, con
un nuevo énfasis y prioridad del gobierno de EE.UU., han traído para la región
la convicción del agravamiento de las tensiones sociales, culturales,
económicas y políticas y la imposibilidad de recurrir a los tradicionales
procesos de política y financiación externa como modelo de superación de crisis
cojunturales o estructurales. La incertidumbre política y social tomó cuenta
del continente. En un proceso tremendamente expedito el modelo adoptado que
prometía desarrollo y democracia –fundamentado en la idea de estabilidad
monetaria- demostró toda su fragilidad e incapacidad de hacer frente a las
demandas regionales.
América Latina vueve a conocer una situación de
aislamiento mundial, en el momento en el que vive azotada por la mayor crisis
social desde los años 30 del siglo XX. Asimismo, en el que su sistema regional
de poder y gestión está marcado por la corrosión provocada por la
burocratización, por la “reducción” de los aparatos estatales gracias a las
políticas de privatización adoptadas, por la incapacidad de proposición de
proyectos por el Estado. Este que ve su soberanía si hacerse trizas, por
apolillar a las instituciones asistenciales y de enunciación de políticas, por
poner a la segundo plano el MERCOSUR y amenaza de implantación – a cualquier
coste- del ALCA. En este sentido, el ALCA y el MERCOSUR se revelan al mundo y a
estas naciones como nuevos proyectos hegemónicos, autoritarios y totalizantes
que desprecian la Historia, las diferencias y las otras posibilidades.
MERCOSUR es una aprobación general, sin embargo ese
MERCOSUR que las sociedades del continente pretenden construir será diferente
del proyecto librecambista y de resultados económicos. MERCOSUR producido por
la sociedad, por el contrario, será el resultado de un debate que forjará una
unión. Se aprehende que la integración sólo existe y sólo será posible cuando y
siempre sea compartida, cuando y siempre sea construida y estructurada en la
memoria social de los individuos, grupos, agentes, proyectos e instituciones de
América Latina.
Venezuela, Colombia, Argentina, Brasil, Haití,
Ecuador, Paraguay son algunos países con presencias obligatorias en las páginas
de los periódicos que repiten la noticia de crisis de diferentes naturalezas.
En los primeros años del siglo XXI, se hace factible hablar en crisis
continental, el modelo de democracia-social implantado en el continente no
permitió los despliegues políticos e institucionales imaginados. América Latina
ha vivido un período de puesta en marcha de nuevos arreglos y flexibilización
de las normas económicas y el orden social y político no fue modificado en su
esencia.
“Fujimorización”, “Mejicanización”, son algunas de
las amenazas a las reglas y al proceso político e institucional que conviven
con el nuevo modelo de integración, el modelo de integración continental a
través de la economía, de la dolarização, subordinada.
América Latina no es una prioridad de la agenda política
y relaciones internacionales, en los primeros años del siglo XXI. La conjuntura
iniciada con el gobierno Bush, en EE.UU., prioriza Asia y el Oriente Medio.
Los intereses y las estrategias de la principal nación del mundo pos-socialismo
fueron hondamente modificadas a lo largo del gobierno Bush, del desinterés
inicial por la cuestión y temas de política externa, se pasó, tras el 11 de
septiembre, las acciones de naturaleza política y militar que fueron dislocadas
para la llamada “lucha contra el terrorismo”, como política internacional.
Tal concepto y prioridad propositalmente vago y impreciso fue asentado política
e ideológicamente a través de una sólida alianza liderada por EE.UU., involucrando
países europeo y algunos países árabes en la lucha contra el poder central
en el Afganistán, su liderazgo religioso, y los grupos religiosos fundamentalistas,
primordialmente de inspiración musulmána.
En las últimas décadas, América Latina y,
principalmente, África no poseen o han producido ningún hecho en la agenda
internacional que congregaran los intereses de los países centrales del
sistema. Imposibilitadas de mediar luchas y proyectos internacionales en
disputa, cabe a estos continentes un papel secundario en la política
internacional. La única posibilidad de revertir esta condición es la superación
del modelo de integración subordinada de los países de esta regiones. O sea, es
la constitución de nuevos patrones de desarrollo y de relaciones societarias.
La decisión o la condena en acompañar este modelo
significa la imposibilidad histórica y social de los países de esta región, la
convicción de que no hay porvenir posible. La solución se encuentra en lo que
los intereses dominantes siempre recusaron en la región, la novedad que la
cultura y la sociedad representan como estrategia de superación de las trampas
dispuestas por la economía y por los poderes políticos del centro del sistema y
de los intereses locales a ellos articulados. Una vez más se demuestra la
incapacidad de las teorías conocidas en explicar y modificar – cuando sus
idealizadores están en los centros de poder - tal escenario regional.
La cultura es un elemento de renovación y
modernización de los países y de las condiciones de existencia de los pueblos.
En contraste, de lo que afirma los grupos hegemónicos, no existe conflicto o
antagonismo entre desarrollo, tradición e identidad. El desarrollo sólo es real
y general cuando se fundamenta en la tradición, no renunciando de la identidad
de cada país o grupo social, sino reforzándolas y haciendo posible su existencia.
La integración, cuando se trata de opción colectiva, es real no está pendiente
de poderes y de los proyectos hegemónicos. La cultura y las instituciones
culturales constituyen lugares sociales privilegiados de las luchas por la
producción de nuevas hegemonías y afirmaciones de sus proyectos y formas de
existencia social.
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Resumen:
Discute el proceso de integración e inserción de
Brasil en latinoamerica, reflejando sobre el proceso histórico de la región. El
proceso de integración e inserción como parte de una política externa
fundamentada en acciones enmarcadas por la administración de acomodación y
conflictos. Vivimos un proceso complejo y tenso que los análisis científicos no
consideran en su totalidad. Nuestro estudio es heredero de una tradición que
encuentra en la Historia las bases de fundamentación del análisis. Analizamos,
basados en fuentes secundarias, los 50 últimos años del proceso de desarrollo e
integración en América Latina llevando en cuenta las transformaciones ocurridas
en el escenario internacional. Se trata de comprender los cambios
institucionales y políticos que caracterizaron la región y las formas o
posibilidades de este proceso. La moderna sociedad latinoamericana se forjó
bajo la pronta y brusca acción del escenario externo y demandas culturales,
sociales y simbólicas locales, regionales y nacionales. Comprendemos que los
intereses y el discurso económico buscan subordinar los políticos y culturales,
y que la historia de cada nación impide la imposición de un modelo o cronograma
único para el proceso deseado por las naciones y bloques hegemónicos. El
discurso de la integración no propone equidad y justicia, se fundamenta en el
mantenimiento de la desigualdad.
Palabras
Claves: Política externa, integración, revisión teórica, produción de
alternativas.
1
Esse texto é uma síntese de um trabalho preparado no Pós-doutoramento do autor
no CESLA (Centro de Estudos Latino Americanos) da Universidade de Varsóvia -
Polônia.
* Professor do Departamento de
Saúde da Comunidade (DSC) e do Mestrado em Memória Social e Documento (MMSD) da
Universidade do Rio de Janeiro (UNIRIO).